Así como viene haciendo desde que empezó esta crisis, el presidente sigue jugando a que es un líder global mientras los problemas del país quedan desatendidos y crecen.
El mismo presidente que no ha condenado a Hamas y que pretende ser una figura clave de la crisis palestina, tiene olvidados los problemas nacionales.
“En primer lugar, excusar al señor Presidente de la República, quien tenía todo el deseo de acompañarnos, pero ustedes saben que en este momento estamos en un conflicto entre Palestina e Israel, y al Presidente le tocó quedarse en Bogotá”.
Las anteriores palabras no las sacamos de un programa de humor, ni son una parodia. Son palabras textuales del ministro de las TIC Mauricio Lizcano, pronunciadas ante la comunidad del Chocó reunida en Quibdó el pasado martes, comunidad esta que, como tantas otras en el país, se quedó esperando a un presidente que nunca llegó.
Seguramente los habitantes del Chocó, que es una región llena de necesidades, y donde Gustavo Petro ganó con un 82% en segunda vuelta, esperaban ver allí al Jefe de Gobierno de su país para hablarle de sus problemas, y para que él, a quien tan fervorosamente apoyaron, les ofreciera soluciones. El mandatario les quedó mal, como les ha quedado durante su gobierno a tantos colombianos en tantas partes que, sin recibir una explicación, esperan y esperan al presidente durante horas, a veces bajo el sol o la lluvia, bien sea para que este llegue tarde o para que nunca llegue.
Usualmente para esas ausencias no se ofrece excusa pero en este caso el ministro Lizcano nos ofrece una muy singular: el presidente está ocupado con el problema de Palestina e Israel. Es decir, así como viene haciendo desde que empezó esta crisis, parece que el presidente estuviera jugando a que es un líder global mientras los problemas del país quedan desatendidos y crecen.
Basta mirar los sucesos. Que se pide con urgencia un corredor humanitario. Y no es para Gaza ni para los palestinos sino para más de dos mil campesinos en Nariño que están atrapados entre combates, en medio de una crisis humanitaria en el municipio de Samaniego. Que hay un masivo desplazamiento de personas. No en Gaza ni en Palestina, sino en la zona del medio san Juan en Chocó, donde la gente ha tenido también que huir de los grupos armados y sus enfrentamientos. Suficientes crisis humanitarias tiene nuestro país. Suficiente sufrimiento vive la gente en medio de los combates en nuestra propia tierra. Pero el presidente no tiene unas horas disponibles para ir al Chocó porque está concentrado en la crisis de Medio Oriente.
Aun cuando nada puede disculpar la negligencia en su labor como jefe de Estado, la cosa sería menos grave si en verdad el presidente Petro fuera, como lo pretende, una voz seria, central y ampliamente escuchada en esas crisis globales. Pero no lo es por muchas razones, empezando por la falta de seriedad y sindéresis en las cosas que dice, particularmente en las redes sociales.
Lo que está ocurriendo deja al descubierto un rasgo del carácter del presidente Gustavo Petro que incluso se hace evidente hasta para sus más fervientes seguidores: que antepone su ego al destino del país.
Y lo más dramático es que ese intento de ser líder mundial casi nunca le sale bien. Cómo olvidar el episodio de la Cumbre Amazónica, cuando el presidente pretendía que los líderes de la región se plegaran a su irresponsable tesis de suspender inmediatamente las exploraciones de hidrocarburos. Naturalmente su propuesta no fue acogida, y sus intenciones de liderazgo internacional quedaron frustradas incluso en su propio barrio.
En este caso lo único que parece haber logrado es el repudio de los otrora aliados de Colombia y comentarios editoriales negativos en diarios españoles como La Vanguardia.
Curiosamente, el propio Gustavo Petro como candidato fustigó duramente al presidente Duque por una situación muy parecida: “¿Qué hace Duque metido en Ucrania y Rusia cuando debe resolver la guerra en Arauca”, dijo en un debate ante las cámaras aquel entonces. Es el mismo Petro que hoy dedica días seguidos a escribir en redes sociales sobre una guerra que está a miles de kilómetros.
“Uno tiene autoridad moral para irse a meter en un conflicto internacional lejano si resuelve la guerra en su propio país”, añadió el hoy presidente. Debe ser que él considera que ya resolvió la guerra en Colombia. O que su autoridad viene de ser el “autor de la doctrina de la paz total”, como dijo el canciller Álvaro Leyva en uno de esos lamentables ejercicios de culto a la personalidad.
Del presidente de Colombia, naturalmente, se espera que tome y manifieste una posición moral con respecto a las crisis internacionales. Eso fue lo que hizo Duque frente a Rusia y a Ucrania, condenando la agresión rusa que, por cierto, jamás condenó quien al día de hoy tampoco ha condenado la terrible masacre de Hamas.
Lo que no se espera del presidente de Colombia es que dedique su tiempo a jugar a que su papel en esas crisis mundiales es central cuando no lo es, y mientras tanto deje crecer los problemas y las angustias en su propia tierra.